LA UNAM PIDE INVESTIGADORA POLÍTICAS AMBIENTALES CONTRA LA CONTAMINACIÓN
De la corresponsalía
Valle de México-. En coincidencia con el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), que informó que cada año se registran siete millones de muertes en el mundo por contaminación, investigadores de la UNAM mostraron su preocupación para mejorar las políticas ambientales y así reducir los efectos nocivos e impedir cientos de decesos y hospitalizaciones en el país.
En la Ciudad de México, el promedio anual de partículas respirables es de 50 microgramos por metro cúbico y en los días de contingencia 60, o sea, tres veces por encima de la norma establecida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), de 20 microgramos, lo cual aumentaría el número de fallecimientos en la megalópolis, explicó la académica de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Ana Rosa Moreno Sánchez.
La evidencia científica demuestra que los contaminantes ocasionan daños reales: un estudio realizado por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) en 2016, calculó que en los dos últimos años la polución cobró 22 mil vidas en la República, mientras que tan sólo en la capital fueron mil 200 los fallecimientos.
La mayoría de estas muertes, puntualizó la doctora Moreno Sánchez, es de adultos mayores que ya tienen un padecimiento previo que se les complica, como enfermedades pulmonares, cardiacas y, en menor proporción, cerebrovasculares.
Hay evidencia convincente de una asociación entre el aire de baja calidad y la isquemia cardiaca e infarto, arritmia ventricular, exacerbación de insuficiencia del corazón y ataque fulminante, así como un perjuicio significativo en las pequeñas vías respiratorias de los pulmones; incluso se ha asociado a epilepsia, abundó la experta.
La exposición a la contaminación ambiental (partículas PM2.5 y PM10, y dióxido de nitrógeno) incrementa significativamente la posibilidad de parto prematuro, bajo peso al nacer, mortalidad infantil y síndrome de muerte temprana, y afecta la salud de grupos vulnerables, como a los asmáticos.
En octubre de 2013, la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer de la OMS clasificó a la contaminación atmosférica como un carcinógeno humano, ya que existe suficiente evidencia científica de que la exposición puede causar cáncer de pulmón. "Ya no hay duda: los habitantes de zonas afectadas por este fenómeno tenemos más riesgo de padecer esa enfermedad a largo plazo", dijo.
Según un estudio realizado para dos contaminantes criterio (PM10 y ozono) por el Instituto Nacional de Salud Pública, la reducción de sus niveles impediría cientos de muertes y hospitalizaciones.
A la exposición crónica de éstos hay que sumar la aguda, es decir, la registrada en días de contingencia, que puede causar tos, dolor de pecho, irritación de garganta y ojos, dolor de cabeza, mareo, náuseas y cansancio.
En ambos casos, las poblaciones más vulnerables son los niños, personas de la tercera edad e individuos con enfermedades respiratorias crónicas como enfisema o asma, junto con quienes trabajan en la calle —como policías, comerciantes y taxistas— y en la construcción, porque todo el día respiran aire no apto, están expuestos a temperaturas elevadas y a una mala alimentación, aunque la población en general se puede ver afectada, aclaró.
En el caso de los ancianos hay que sumar otro riesgo importante: el golpe de calor. La deshidratación en esos casos es rápida y puede tener consecuencias fatales, resaltó Ana Rosa Moreno.
La especialista, quien formó parte del equipo del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), señaló la importancia de reconocer la existencia del problema. "Cuando nacemos, crecemos y tenemos años de radicar en un lugar no sentimos los riesgos ni les damos importancia. No nos damos cuenta de cómo los cambios ambientales pueden mermar nuestra salud".
A últimas fechas, la población de la zona metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) ha puesto atención en el tema, pero porque los autos han dejado de circular. Se olvida que, por ejemplo, el material particulado menor a 10 micras se queda en las vías respiratorias superiores; que el menor a 2.5 tiene pase directo hasta los alvéolos, y que las partículas de menos de una micra llegan con facilidad hasta la sangre y viajan a diferentes órganos, como el cerebro y el hígado, expuso.
Moreno Sánchez explicó que normalmente respiramos 150 mililitros de aire; con un ejercicio normal, se duplica esa cantidad; en bicicleta se cuadruplica, y con ejercicio aeróbico, el aumento en la respiración puede ser hasta de 20 veces. Por ello, los deportistas (que se consideran "vacunados" contra los daños porque en general son personas saludables) deben estar conscientes de las afectaciones provocadas por este fenómeno y no exponerse, sobre todo si tienen más de 60 años o padecen alguna enfermedad crónica.
La académica destacó que la preocupación constante por la polución en la ZMCM debe extenderse a otras metrópolis. Mexicali se considera la urbe más contaminada de México, seguida de Ciudad Juárez, pero también lo son Monterrey, Silao y Guadalajara, que si bien cuentan con buenos sistemas de monitoreo de la calidad del aire, disponen de pocos estudios que analicen sus efectos en la salud.
Para hacer frente a esta situación, la experta recomendó comprobar alertas de contaminación local en medios de comunicación, con ayuda de aplicaciones como AIRE, del gobierno capitalino, y prescindir de la actividad física al aire libre o reducir su intensidad.
También es mejor hacer ejercicio temprano en la mañana, lo más lejos posible del tránsito, y evitarlo a la intemperie al final de la tarde, cuando los niveles de ozono son a menudo más altos, debido a las condiciones sin viento. Es preferible realizarlo en interiores, por ejemplo, en un gimnasio o pistas cubiertas.
Además, se sugiere evitar zonas de fumadores, al igual que la combinación de calor, humedad y contaminación.
La sociedad debe ser partícipe de estas acciones. En la medida que se haga consciente del problema y participe, es como se tendrá éxito a largo plazo. Todos los sectores deben asumir responsabilidad respecto a este problema: las autoridades ambientales, la industria, los comerciantes y los ciudadanos.
Un ejemplo claro es la verificación vehicular, que no sólo mejora la calidad del aire de la urbe, sino del respirado dentro del auto, finalizó Moreno Sánchez
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