SUEÑOS DE UN MENTIROSO COMPULSIVO, MITOMANÍA
De la corresponsalía
Ciudad de México-. El mentiroso no nace, se hace. Todos conocemos a ese hombre triunfador que tiene una tendencia patológica a mentir; una pseudofantasia en la que vive y se recrea, el entorno perfecto de su propia fabulación, todo a costa de ser el protagonista.
La explicación acerca de cuándo comienza a estructurarse esta patología psiquiátrica es indefinida si bien, se suele gestionar en la adolescencia. Normalmente comienza con mentiras o falsedades algo desproporcionadas que son difícilmente comprobables pero que son las que le garantizan sobresalir y construirse día a día su falsa identidad.
Generalmente estos adultos llegan a tener una marcada personalidad narcisista que les hace retroalimentarse constantemente siempre para buscar la aprobación, la megalomanía y engrandecer las arcas de su ego. La mentira normalmente esconde un castigo y evitar algo peor; nunca sabemos cuándo empieza a mentir ese personaje que tenemos cerca pero sí, cómo lo hace, por compulsión. Inventar historias insostenibles, llegar a creerse un mito y obtener una vida a base de mentiras es el comienzo. El hábito que esconde realmente la única forma que tienen de relacionarse con los demás.
Algunos sujetos realmente no saben por qué lo hacen, lo que sí saben es que funciona. Desde construirse un falso perfil en las redes sociales para ser aplaudido hasta tener doble vida en su matrimonio. En todos los casos, hablaríamos claramente de una personalidad antisocial que no está bien descrita en el DSM-5 dado que suelen tener alteraciones emocionales, rasgos de personalidad diversos y son comunes la falta de empatía y la culpa. Su autoestima elevada les hace ser héroes de su propia causa y tienen un encanto que hace que cualquier persona se enamore de lo que son; los sueños de un seductor. Aunque duela escucharlo estos pacientes normalmente no están tratados dado que son así hasta llegar a hacer sufrir a las personas de su entorno a grado máximo y no por ello, sienten algo.
Sus estrategias no se gestionan en un solo día y sí su hoja de ruta; cómo, dónde, cuándo y los porqués. Mienten según las circunstancias y siempre para obtener el beneficio inmediato; ese que les alimenta para continuar. Su personalidad antisocial no les invita a pedir ayuda salvo cuando alguien de su entorno les pille in fraganti, dado que no sienten sufrimiento alguno ni tampoco sentimiento de culpa.
Aparentemente no sabemos qué saca ese mitómano mintiendo, lo cierto es que desde el primer día, sí existe recompensa y una activación de la amígdala que es la que se encarga de producir sentimientos negativos. Si no nos sentirmos mal, a medida que mentimos más, la activación decrecerá y buscaremos la mayor cantidad de mentira para volver a sentir placer.
Estos sujetos tienen entre sus características una gran capacidad cognitiva para procesar las mentiras, manipular a las personas y crear una historia en torno a sí mismos. Historias que resultan bien hiladas si no es porque algún detalle no encaja y son cazados en su propia salsa.
La mentira no deja de ser una forma de evitación y cuando no existe un reconocimiento de un problema, se convierte en una forma de vida.
Perder el control al principio es relativamente fácil y luego se hace como patrón de vida. En el caso más agudo podríamos estar hablando de una personalidad que llega a ser adicta a su propia mentira y solo mintiendo obtiene la recompensa necesaria; el mito que se ha construído, el yo que destaca en la empresa y el padre perfecto, el amante único, el amigo bueno; todo falso aunque en el fondo, lo hace porque necesita ganarse el afecto de los demás, la aprobación y la consiguiente recompensa, que solo funciona enriqueciendo sus propias mentiras. Al igual que una persona llega a ser adicta a la droga para obtener satisfacción, el mentiroso compulsivo llega a sentirse bien solo mintiendo y su personalidad es adictiva. No se enamora, se hace adicto a quien sea, lo que sea, en donde sea, solo para obtener felicidad.
¿Dónde empieza todo? Generalmente en la baja autoestima, en una infancia sin un reconocimiento debido o en la admiración que sienten por otros que son lo que realmente les gustaría ser. A pesar de la entronización del sujeto, de tener un reconocimiento social, de tener un puesto aceptable y una familia comprometida, nunca es suficiente para evitar la mentira. El fortalecimiento de la autoestima, aprender a resolver los conflictos y conseguir que la persona sea quien es mejorando sus habilidades sociales podría ser el comienzo de un tratamiento. Claro está que en sujetos que ya han pasado el medio siglo y en aquellos que han vivido desde siempre siendo así, es muy complicado volver a empezar para crear el yo que en el fondo ha sido, el que ha destruido a esa persona que alguna vez comenzó a mentir y ya no sabe dejar de hacerlo.
En cualquier caso, hay que resaltar que estas personas son frías, nada empáticas y realmente no sufren por el daño que le van haciendo a las personas de su entorno más cercano; algo incomprensible cuando la mentira no forma parte de las relaciones humanas. Apartarnos es el mejor regalo que podemos hacernos porque aunque parezca mentira, la persona que tenemos delante no es la que conocimos alguna vez; es el mito que él ha conformado para relacionarse con nosotros; algo terrible si hablamos de que todo lo que gira a su alrededor es mentira. Terrible, pero cierto.
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