RAS 224 AÑOS, REGRESA LA COATLICUE A LOS RECINTOS UNIVERSITARIOS

Posted by . on sábado, 29 de marzo de 2014 0

De la corresponsalía.

Valle de México.-Se ignora si fue un 13 o un 14 de agosto de 1790 cuando los azadones de una brigada que trabajaba en la Plaza de Armas (hoy Zócalo capitalino) dieron contra un monolito de 24 toneladas que, por su faldellín de serpientes, sería identificado como la Coatlicue. Lo que sí se sabe es que, de ahí, la pieza fue trasladada a la Real y Pontificia Universidad de México (antecedente de la UNAM), la cual vio cómo indígenas en grupo se escabullían a su atrio para adorar a la divinidad recién desenterrada.

A 224 años de distancia, la diosa degollada regresa a esta casa de estudios, pero transmutada por los pinceles del oaxaqueño Demián Flores y plasmada en 15 lienzos exhibidos en la Galería Pelegrín Clavé del San Carlos Centro Cultural (SCCC) de la Facultad de Artes y Diseño (FAD), un espacio ubicado en la calle Academia 22, a tan sólo 500 metros de donde se realizó el hallazgo.

En Visiones de la Coatlicue, Flores experimenta con este ícono sincretizado para llevarlo a una encrucijada donde pasado y presente coinciden y a un punto en que las estéticas contemporáneas y las carentes de referencia occidental colisionan.

"Quien vea los cuadros podría pensar que se trata sólo de manchas, pero en una inspección detenida apreciará realidades yuxtapuestas que dan pie a imágenes emblemáticas. Así, la narrativa pictórica de los óleos provocan atracción, pero también un rechazo en la mirada y, de esta manera, revelan su sentido", añadió el egresado de la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas.

Resurgimiento de un símbolo

En uno de los patios de la Real y Pontificia Universidad de México, en medio de un puñado de efigies griegas y latinas donadas por Carlos III, se erigía la Coatlicue con todo y sus espigas, cráneos, flores y garras en desafío abierto a lo que dictaba "el buen gusto" y los dogmas de la época, pues la diosa ataviada de ofidios era, en palabras de Octavio Paz, "un gran bloque de teología petrificada".

Los dominicos que daban cátedra en el lugar se sintieron amenazados por su presencia y en 1805 el benedictino Benito Moxó Francolí llegó a escribir: "Los indios que miran con estúpida indiferencia los monumentos de las artes europeas acudían con inquietud y curiosidad a contemplar la famosa estatua. Fue indispensable prohibirles la entrada, pero su fanático entusiasmo e increíble astucia burlaron esta providencia, lo que obligó a tomar la resolución de meterla de nuevo en el suelo, porque su vista encendía en los convertidos su mal apagada pasión por la idolatría".

Así, por presión de las autoridades, la Coatlicue regresó al sitio de su hallazgo para ser sepultada otra vez. La pretensión de hacerla desaparecer bajo paladas de tierra responde al miedo de la Nueva España a la fascinación provocada por esta gran piedra entre los locales, añadió Flores.

"Este temor se entiende porque estamos ante una escultura descolonizada —y descolonizadora— que no tiene más referente que ella misma. Es cierto que podemos asociarla al pasado, pero ahí nos quedamos porque no corresponde a ningún ideal occidental de belleza. Esta característica —que le da su atractivo único— despertó extrañeza y suspicacias entre los europeos, quienes, antes que lidiar con ella, prefirieron ocultarla, pero algo de tal magnitud al final encontrará maneras de resurgir y hacerse presente".

Para el juchiteco, se trata de una figura que sugiere múltiples lecturas, pues al observar la mole pétrea, gradualmente revela una cabeza construida por serpientes encontradas y un sinfín de referencias simbólicas. "Intenté recrear esa cualidad en las 15 obras colgadas del techo de la galería. La idea es generar un impacto visual que se disuelva de forma progresiva hasta dejar entrever una serie de alusiones que remiten a la historia del arte, pero también a las estructuras culturales que nos explican como mexicanos".

Si los universitarios decimonónicos intentaron alejar a los indígenas de su diosa madre, con esta exposición la UNAM hace lo contrario y la acerca a quien desee dialogar con ella. "Para que la charla sea fructífera montamos otra exhibición, en una galería aledaña, cuyos muros despliegan material facsimilar, documental y fotográfico que son, al mismo tiempo, un relato visual del resurgimiento de un símbolo", agregó Flores.

Expedición documental

A pocos pasos de la Galería Pelegrín Clavé se exhibe la muestra, Piedra florida. Estampas de la Coatlicue, que ofrece un recorrido cronológico que va del hallazgo del monolito en el corazón de la Ciudad de México hasta su arribo a su morada actual, el Museo Nacional de Antropología.

"Quizá parezca extraño pasar de la abstracción artística al rigor del registro arqueológico, pero me pareció adecuado dar un contexto cronológico para que quien visite la muestra tenga más elementos al momento de conversar con los cuadros y abrirse a sus sugerencias", explicó Demián Flores.

Las fotografías, reproducciones de libros y fichas museográficas narran los periplos del monolito, pero también los del mismo Flores quien, para dar forma a su propuesta, realizó una investigación de más de dos años, que lo mismo lo llevó de la Biblioteca Nacional de CU que a la Sala Mexica de Chapultepec.

"Plasmamos el tránsito de este monolito por la historia del país en los últimos siglos, siempre con una mirada que sobrepasa la del creador para transformarse en la de un especialista, pues tenemos desde estudios topométricos de la Coatlicue y textos de la época hasta daguerrotipos y grabados que nos remontan cientos de años en el pasado. De alguna manera, es una bitácora de lo que revisé antes de pintar mis lienzos, experiencia de la que surgieron los ejes temáticos que unen a las dos exposiciones".

Artistas jóvenes retoman las galerías

"Visiones de la Coatlicue es un hito porque con ella no sólo vuelve esta figura prehispánica a la Universidad, también marca el regreso de los artistas jóvenes a la Galería Pelegrín Clavé, pues Flores es el primer integrante de una nueva generación que, en más de medio siglo, exhibe su trabajo en este espacio", comentó la directora del SCCC, Minory León.

Sobre esta colección de óleos, la universitaria sólo puede decir que se trata de una apuesta, "y una muy arriesgada, pues hay quienes dicen que la pintura ha muerto y a últimas fechas esta postura parece cobrar fuerza. Sin embargo, los cuadros aquí mostrados son evidencia de que quienes así opinan se equivocan, porque, en las manos adecuadas, esta forma de expresión adquiere una vitalidad renovada".

Durante los siguientes tres meses el San Carlos Centro Cultural albergará a la exposición para luego hacerla itinerante. Se planea que visite Ciudad Universitaria, el interior de la República y, a partir de los resultados obtenidos, el extranjero.

Sobre el proyecto, León señaló que "es algo que no se había hecho antes, pero es tiempo de innovar. Para nosotros sería la primera vez que hacemos que el arte viaje, pero desde su nacimiento a la fecha, el SCCC ha madurado mucho o al menos lo suficiente para lanzarse a este tipo de aventuras".

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